La existencia de la
realidad es la cosa más misteriosa, más sublime y más surrealista que se dé.
Salvador Dalí
Mientras el presidente Obama
nombrará esta semana a Jacob Lew como secretario del tesoro, quien deberá negociar
con la oposición republicana el nuevo techo de endeudamiento y el gasto
público, mientras Berlusconi se llena de rabia contra las juezas de Milán que
intervienen en su divorcio y le sentenciaron
a pagar 100.000 euros diarios, sí sí por día, has leído bien, mientras en Chile
unos encapuchados quemaron la escuela de un pueblo de Araucaria, porque los pobladores reclaman sus tierras
ancestrales, mientras la prensa argentina titula de “Estupor en España” ante la
falta de mínimo decoro por parte de la corruptela política de los “Pallerols”,
quienes no tienen la menor intención de dimitir ni siquiera por vergüenza ajena
o propia después de demostrarse que usaron unos cientos de miles de euros y
paralelamente el pibe Alfons era detenido por casi dos meses en la cárcel vaya
a saber con qué motivos , mientras la Conferencia Episcopal
Alemana cancela una investigación sobre los abusos sexuales a menores en
instituciones católicas, ante la gigantesca sorpresa del criminólogo Christian
Pfeiffer por ser acusado de “falta de confianza” en su investigación sobre
abusos masivos a menores en todas las diócesis del país, o mientras en Paris
hallan asesinadas tres militantes Kurdas, una de ellas colaboró en la creación
del Partido de los trabajadores del Kurdistán, y mientras la “Unión Jack”
volvió a ondear en el ayuntamiento de Belfast por el cumpleaños de la Duquesa de Cambridge,
claro, luego de seis noches moviditas a lo Irlandés, éste modesto cronista reflexiona:
Heidegger, en El Ser y el Tiempo
tenía razón.
Nuestra incapacidad para
detenernos en la contemplación nos lleva una y otra vez al afán creciente de
novedades, a lo nuevo, a cambios, a la dispersión, nos hemos convertido en seres perdidos por el mundo, sin paradero corriente, como un niño social a lo americano
que creen los que sus papás oficiales les dicen, un perfecto cometa charlatán,
un hombre de vacío espiritual aunque rece y asista a sus templos, lo nuevo
siempre es mejor, ya ni siquiera importa “tener”, y los que nada poseen no
obstante ansían tener, ¿tener qué?, sino nos alcanza nada.
Optamos como si todo fueran
mercancías, como en un casting de estrellas medimos a nuestras parejas, a
nuestros gobernantes, día a día nos
despojamos de las singularidades para estar a tono con la mayoría, “estar en
onda”, “salir en la tele”.
Será por eso que leemos en
Facebook a personas que van describiendo hora a hora hechos tales como: me voy
a cenar, me voy a dormir, o desde sus móviles nos dicen dónde están comprando
el modelito de zapatos que descubrieron en la misma red social que llena y
ocupa sus insignificantes vidas.
Somos sin remedio una
masturbación mental en las fantasías de los poderosos, no somos humanos en
cuanto no tenemos control sobre nuestros mínimos principios: por ejemplo, en el
amor no entran las monedas de cambio ni se necesita de nadie ajeno a esa
relación personal, es insustituible, decía Lacan (El saber del psicoanalista),
el discurso Capitalista excluye el amor, agregaba.
Como dice el maestro Borges: Uno
esta enamorado cuando se da cuenta que la otra persona es única.
El arte es mi brújula, mí forma
de vida, y no la que nos intentan embobar los gurús de las ciencias políticas y menos
las económicas.
La realidad debe ser observada en
forma crítica, como cuando una obra moderna enfrenta tres posiciones bien
representadas:
El que observa observaciones, como Foucault.
El que mira lo moderno con la mirada del clásico o de tradición.
O el idiota que cree ver todo su propio universo particular en la
mirada del artista que examina.
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